"Comodoro Rivadavia, denominada coloquialmente en la región y en
menor medida en el país Comodoro, es la ciudad más populosa de la
Provincia de Chubut y la cabecera del Departamento Escalante. Está ubicada al
centro este de la Patagonia en el corazón de la zona
hidrocarburífera del golfo San Jorge, que es el motor del
crecimiento de esta ciudad. Junto con Neuquén, es la ciudad más importante de Patagonia argentina (...)".
Lo de arriba, es parte de lo que encontrás en Wikipedia cuando buscás el
significado de "Comodoro Rivadavia", para nosotros
"Comodoro", el lugar dónde vivimos, por elección u obligación.
Nuestro hogar, dónde muchos nacimos y nos criamos, otros llegaron de grandes,
por razones familiares, laborales o simplemente porque eligieron nuestra ciudad
como su lugar en el mundo.
En mi caso particular, estuve ausente muchos años, viviendo en otros sitios,
sin abandonar ese cariño que uno siente por el lugar en el cual nació y pasó
toda su infancia, regresando cada vez que las vacaciones o algún fin de semana
largo lo permitía.
¿Qué nos pasó? Cuando abandoné la ciudad, allá por mediados de la década
pasada, Comodoro era una ciudad en la que se vivía con tranquilidad, con sus
crisis pero próspera al fin. Tenía sus problemas, sí, pero eran aislados y nada
que revista gravedad. Con el correr de los años, la sociedad cambió. Los hechos
de inseguridad fueron en aumento, proporcionalmente con el crecimiento lógico
de una ciudad pujante. Pero, en el último lustro, esa proporción se rompió,
pasando por encima a cualquier tasa de criminalidad para una localidad de
mediana población. En ese lapso, hay que ser justos, llegó mucha gente de otros
puntos del país e, inclusive, de diferentes partes de Latinoamérica. Pero no
sería justo relacionar exclusivamente a la "inmigración" con dicha
problemática.
En toda ciudad pujante siempre inmigra más gente de la que emigra. En todas,
gente buena, honesta y trabajadora, pero también de la otra. Si la llegada de
nuevos habitantes fuera la verdadera razón de la excesiva suba de criminalidad
en nuestra ciudad, sería igual para otros puntos del país, lo que no sucede.
El problema pasa por la "importación" de vicios relacionados con
grandes metrópolis, sumados a los típicos de una ciudad petrolera y portuaria.
No necesariamente estos vicios los traen los nuevos pobladores, sino también
por imitar a esas urbes, no sólo en lo bueno. Crímenes de todo tipo se han
propagado con una velocidad desconocida incluso para los virus más feroces.
Delincuentes que actúan con una impunidad inusitada, que son capaces de violar
a una nena de SEIS AÑOS como quien va a hacer las compras al supermercado (nota
aparte: ¿Qué tipo de sustancia tiene en la cabeza un sujeto capaz de tal
aberración?). Se cometen crímenes con la facilidad de quien va a hacer un
simple trámite burocrático. El valor de la vida en nuestra ciudad es
inversamente proporcional al sueldo de un petrolero.
La solución no pasa por reclamar a nuestros funcionarios, quienes asumieron
el compromiso de terminar con este flagelo y hasta han ido a reclamar ante
autoridades judiciales el accionar correspondiente, caiga quien caiga y pese a
quien le pese. El intendente Néstor Di Pierro tomó el toro por las astas y se
unió personalmente al pedido de los comodorenses, con sus genitales bien
puestos. Tampoco podemos reclamar a la policía, quienes arriesgan su vida para
detener a un malviviente para luego verlo caminar por las calles a los pocos
días.
Señores, tenemos que abrir los ojos. Basta de inocencia, de negligencia, de
no ver o no saber ver lo que nos pasa alrededor. Reclamamos ante un hecho que
nos conmueve y a las semanas ya nos olvidamos de lo sucedido, total la vida
sigue. Tenemos que ser un poco más solidarios, dejar de pensar en que “le pasó
a otro”, porque TODOS SOMOS VÍCTIMAS. Salimos con miedo, vivimos encerrados
tras rejas, con alarmas y todo tipo de dispositivos de prevención que, al fin y
al cabo, muchas veces resultan inútiles ante la impunidad de los criminales.
Nosotros, como sociedad, somos los verdaderos responsables de cambiar la
historia. Dejar de pasar al lado del vecino al que le están robando sin hacer
nada. Dejar de observar como se maltrata a una mujer o a un niño haciéndonos
los distraídos. Ser solidarios, ayudar a prevenir, no depender del accionar de
las autoridades. Parece una locura, pero con un granito de arena se puede hacer
mucho más si estamos todos unidos. Tengamos memoria, no nos olvidemos
fácilmente de las heridas de nuestra ciudad.
La sociedad está enferma. Pero también en ella se encuentran los
anticuerpos. La cura somos nosotros. Abramos los ojos.