24.7.13

La era de las (in)comunicaciones




Julio de 2013, en algún lugar de la ruta 3, entre Comodoro Rivadavia y Trelew. Jorge viaja con su esposa Viviana, de regreso a casa, luego de unas merecidas vacaciones. De repente, el automóvil decide detenerse. Jorge baja, a pesar de la temperatura hostil que debe rondar los 5 grados bajo 0. Abre el capot y encuentra que algo no está bien. Necesita ayuda. Mira su teléfono celular de última generación: no hay señal. 



Tras pasar varios minutos esperando que alguien decida detenerse para ayudarlo, se acerca a su esposa y le dice “voy a caminar, tal vez encuentre alguna casilla de seguridad, una estación de servicio, algo… Vos quedate acá en el auto”. Viviana asiente, no muy segura.

Pasan las horas: no hay noticias de Jorge. Viviana comienza a desesperar. Sabiendo que su teléfono móvil, también de última generación, no tiene señal, toma su abrigo y sale caminando en búsqueda de su esposo. Luego de varias horas de caminata, a lo lejos ve una estación de servicio. “Debe ser Garayalde, Jorge debe estar allí”, pensó.

Casi llegando a su destino, descubre que su celular, al fin, tiene señal. Intenta llamar varias veces a su marido, pero la respuesta siempre era la misma: “El teléfono móvil al que intenta comunicarse, se encuentra apagado o fuera del área de cobertura”. Apura el paso, hasta que finalmente ingresa a la estación de servicio.

Con desesperación, empieza a preguntarle por Jorge a cuanta persona se cruza a su paso. Nada. Nadie lo vio. Se comunica con la Policía, intentan calmarla, Viviana era víctima de un ataque de nervios.
Ya pasó una semana desde aquel día. Las autoridades buscan sin resultados positivos a Jorge. Está desaparecido. Nadie sabe lo que le pasó…

Esta historia es ficción, pero tranquilamente podría ser real. Si las empresas de telefonía móvil tuvieran la cobertura que prometieron años atrás, al iniciarse el sistema GSM, Jorge se hubiera podido comunicar con las autoridades o con algún servicio de auxilio, sin tener que salir a caminar para buscar ayuda.

¿Recuerdan? Algunas publicidades de estas empresas rezaban, e inclusive mostraban, que uno iba a poder comunicarse hasta en los lugares más recónditos del país. Pero nunca invirtieron en la Patagonia. En el norte del país, esto casi ni sucede, mientras que por estos lares, alejarse de cualquier localidad implica quedarse sin señal.

 
No cumplieron. Algunos preguntarán ¿vale la pena invertir en zonas deshabitadas? La historia narrada líneas arriba justifica ampliamente la inversión. Las empresas se olvidan que, además de comerciar, tienen que brindar un servicio, no todo pasa por facturar, si el estado les otorgó licencias para explotar el rubro, tienen que cumplir.

El problema pasa por la importancia que estas empresas les dan a sus clientes. Sí, es poca, casi nula, sólo aumenta cuando uno se atrasa en el pago o cuándo quieren encajarte un servicio más a cambio de más guita. Y esto va por igual para Movistar, Claro y Personal.



Todo esto sin contar las estafas y las publicidades engañosas de las que somos víctimas los consumidores, quienes sostenemos este negocio multimillonario. Aumentos en las tarifas sin previo aviso, cargos por servicios nunca solicitados, los SMS Premium que llegan sin que uno se haya adherido, los carteles que dicen en grande “4G” cuando, al menos acá en Comodoro, ese tipo de conexión no existe.



Somos víctimas de una infinidad de estafas por parte de estas mafias. Se cagan en sus clientes, se les ríen en la cara con publicidades y promociones, te ponen mil excusas a la hora de intentar registrar un reclamo. Todos, alguna vez, fuimos estafados por esta gente. Hay que ponerle freno a todo esto. 

Señores empresarios: Inviertan. Amplíen su zona de cobertura al 100 % del país como prometieron en varias publicidades. Brinden los servicios como corresponde. No engañen a la gente.

Señores gobernantes: Es hora de presionar. De ponerse del lado de la gente y obligar a las empresas a invertir y sancionarlas cada vez que caguen a la gente, con o sin (?) intención.

Hasta la próxima.